Ni el más
potente de los fármacos apendeja tanto como el amor.
Tengo una
follower en twitter, una mujer joven y con master en ingeniería. La empecé a
seguir porque me llamaban la atención sus publicaciones, no eran la gran cosa
en cuanto a contenido, vaya no aportaban conocimientos extraordinarios, pero si
actitudes positivas de esas que da gusto ver. Creo que ese ha sido el
criterio por el cual tengo algunos amigos de facebook. Bueno, el caso es que
desde hace un par de años la referida ingeniera padece males cardíacos, y no
hablo de esos que se atienden con medicamentos, sino de los que se tratan con
un chingo de prozac. Parece que le ha de ir muy bien en el juego, y de la chingada en el amor. Sus publicaciones no son nada parecido a lo que eran, diría que ahora son el otro lado de la luna, ahí donde nunca da el sol. Me
sorprendo cada que veo lo que publica, que va desde frases amargas, hasta
literales ruegos y súplicas. Ignoro que le habrá pasado y tampoco tengo interés
en juzgarla. Pero me maravillo viendo ese espejo que refleja tiempos pasados.
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