miércoles, 7 de septiembre de 2011

Fiesta de Locos



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Por fin se terminó la maldición inexistente, una maldición que puede caer sobre cualquier hombre de este planeta, menos sobre mí que estoy totalmente conjurado contra ella
Claro que la tal señora en cuestión no se iba a ir así nada más, ni que fuera tan decente. Bien sabia que vendería cara su retirada, aunque en realidad no sabía nada, pero tampoco quiero pecar de despistado.

Todo empieza con un clima que se asegura de erradicar de esta tierra a cualquier ser inferior que no aguante más de 115 grados de temperatura. Por dos semanas nos hace recordar quién es el que manda en estas latitudes. Con semejante desplante no hay loco que se atreva a organizar una fiesta afuera del refrigerador.
Después de dos semanas el infierno cede y al ánimo aflora, vamos para adelante con el baile y el jolgorio. Arrebatadamente hay que darle una remozada a la sede, que en estos momentos parece casa decente, pero con pulgas.
Un minúsculo ejército se da a la tarea de escarbar, rellenar, aplanar, instalar, sembrar, regar y limpiar. Unas cuantas horas antes de lo pactado aun se puede escuchar el eco de los martillazos y se percibe el olor a pintura fresca. Por un momento pensé que si viniera el Señor presidente se sentiría orgulloso de mí por hacer las cosas tan arrebatadamente como a él le gusta. Lo espero, pero no llega. Tampoco llega la Señora Presidenta, que según me informan tuvo que asistir a un reparto de despensas en los fraccionamientos de lujo de la ciudad, para que la gente rica pueda degustar un poco de lo que serviríamos en nuestra reunión, frijoles y sobre todo puras habas.
Así es como una maldición se va, pero regresa disfrazada de collarín azul turquesa, de jefe pata de perro, de hermanos incómodos, de suegras queridas a última hora, de explicaciones inexplicables y de gatas ingratas.
Nada de eso importa a la hora de darle una mordida al cochi o de levantar el bote para ver que tienen en el fondo, todo es alegría porque vinieron los que no esperabas, faltaron los que no pudieron y no vinieron los que no quisieron.
Con un fondo musical alegre termina la fiesta que brilla por su organización, y se opaca por su inocencia. Nunca olvides que para conjurar una maldición es muy importante primero cerciorarte de que tal maldición existe, y lo más importante es asegurarte de que realmente estas saliendo y no entrando en una nueva.

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