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Esta enfermiza depresión resalta situaciones que en cabal salud no me importan como son la dependencia, la soledad y la vulnerabilidad. Cuando estoy sano soy invencible, soy indestructible, rápido y hasta hermoso como Aquiles con el talón blindado. Detesto ver mis capacidades menguadas, intento luchar y mantenerme firme, pero por más que trato de engañarme no puedo. Me gana la debilidad, domina mi cuerpo, el maldito virus de la gripa me invade y me destruye desde adentro. En tales circunstancias no me queda mas remedio que implorar cariño y me gana el antojo de un caldito de pollo. Pienso, y exagero claro, que algún año de estos, en unos cincuenta aproximadamente ya no seré capaz de resistir estos cuadros gripales, ya no tendré fuerza para pelear y moriré solo, como mueren los perros cafés. Me encontrarán como a las tres semanas comido por los gatos, con la cara triste por haber perdido. Al final la autopsia revelará la verdadera causa de mi muerte: Murió de antojo de Caldo de Pollo.
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