lunes, 19 de febrero de 2018

De divorcios y algo más.





Nada es tan educativo como el divorcio.

Digo, quizá sea un tipo de educación que no quisiéramos recibir.

El otro día mi hija Karen y yo recordamos cuando recién me fui a vivir solo después de divorciado. Siempre nos hemos reído de mis posesiones en aquellos días... Una cama, Un vaso y una cuchara. Y esto es real, nada más había en aquella casa de Como  1333. Sin embargo siempre fuimos muy felices los 3. Poco a poco la fuimos amueblando y equipando hasta convertirla en una casa decente y mucho más que decente diría yo.
Aun conservo el vaso, aunque la cuchara ya no. Creo que nunca me voy a deshacer de el, me recuerda que con muy poco siempre es posible empezar de nuevo.


Igual en la semana recordaba otro anécdota de mis tiempos de divorcio. Recién me habían corrido de mi casa y vivía en casa de mis padres. Con todo su amor me ofrecieron una cama y medio cuarto. La primer noche que mis hijas se quedaron conmigo estábamos acostados los 3 en mi cama, Karen tendría unos 7 años, Brenda unos 5. Y ahí acostados, intentaba darle algo de normalidad a la situación, pero creo que fallé, porque en un momento Karen empezó a llorar, yo la abracé, intenté consolarla al tiempo que le preguntaba la razón de su llanto, ella solo dijo: Extraño a mi mamá, al momento que su llanto se multiplicaba. Tragando gordo y haciendo de tripas corazón me mantuve fuerte como el bato que soy. Pero no contaba con que Brenda le haría segunda a su hermana. Empieza a llorar y aplico el mismo abrazo tranquilizador y le receto la misma pregunta: Por qué lloras? a lo que contestó... Es que a mi nadie me explicó nada. Sobra decir que ya no pude más.
Este anécdota lo recordé esta semana, mis hijas por motivos de escuela están viviendo conmigo entre semana, y una noche me asomé a su recámara para verificar que todo estuviera en orden, las vi durmiendo, roncando diría yo. Tan a gusto. De aquella noche triste solo quedó el recuerdo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario