domingo, 6 de marzo de 2022

DHL

La edad adulta consiste en hacer una gran diversidad de cosas según las capacidades y metas de cada quien, pero hay una constante de la cual no escapa nadie: envejecer.

Cuando estaba casado, la Karina y yo teníamos una frase para definir el súbito envejecimiento de alguien, decíamos "Ya le entregaron su cajita de años" y aplicaba para aquellas personas que no veías en unos años y cuando la volvías a ver lucían notoriamente envejecidas.

Por experiencia propia, les puedo comentar y casi advertir que el envejecimiento llega tal cual lo teorizábamos la Karina y yo, por paquetes. Cada situación difícil que te toca enfrentar es un combo de arrugas, canas y dolores que te tendrás que vestir. Y claro, como todos los combos hay chicos, medianos y a lo grande. Los grandes normalmente tienen que ver con los hijos. Y tiene lógica, nada amamos mas que a nuestros hijos, y nada nos duele más que ellos. 

El viernes pasado fui a una comida de trabajo en el Mochomos (vayan, la neta). Todo transcurrió excelente,  la reunión concluyó, agradecí a los asistentes y me retiré. Al salir del lugar pasé por una mesa en donde un grupo de señoras departía alegremente. Mi mirada se  centró en un rostro que me pareció familiar, en en par de segundos la recordé y el arco de sus cejas me indicó que ella a mi también. Trabajamos juntos hace 20 años, ella era una joven y guapa (very) arquitecta. Seguro estoy que sigue siendo arquitecta, y aún conserva un toque de belleza. Su juventud se quedó en mi recuerdo. 

Tarde o temprano la paquetería llega.


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