jueves, 17 de febrero de 2022

El Karma tiene su tiempo.

 

Hace algunos años, bastantes para ser sincero (Ya dije que no iba a utilizar eso de hace muchos años, porque sueno al viejo que aún no soy) mi hija la pequeña iba en primaria, una primaria católica FYI, su grupo estaba compuesto por unos 30 niños mas menos. Había una niña que era su amiga, y que la llegó a invitar en algunas ocasiones a sus fiestas caseras. Yo, como la madre que siempre fui, llevaba una relación digamos cordial con la mamá de la niña, platicábamos brevemente cuando nos veíamos, normalmente en la escuela. 

Un día fui por mi hija a la escuela, y platicando con ella camino a casa, me comentó que la niña en cuestión iba a tener fiesta de cumpleaños, así que le pregunté si iba a ir, a lo cual me contestó que No. Me pareció raro y le pregunté por qué. Su respuesta me sorprendió. "Porque no me invitó" me dijo. La neta me quedé con cara de What?!!!  Y eso ??? invitó a solo algunos?? No, me dijo, invitó a todos. Mi cerebro tomó la decisión de disculpar a la niña para tratar de minimizar los daños. Le dije a mi hija que seguramente la niña se confundió o se le pasó invitarla. Ella no muy convencida mas menos aceptó mi sugerencia de explicación.

Hoy me acordé de eso, porque estaba escuchando un podcast en donde la protagonista comenta que lo peor que le pueden hacer a un padre es exactamente esto que les comento, que alguno de sus compañeros hagan una fiesta y no inviten a tu hijo.

Ese asunto se quedó así, entre mi hija, yo y el Karma

Pasaron los años y llegó la graduación de la secundaria de mi hija. misma escuela, y prácticamente mismos compañeros desde la primaria. 

El colegio católico a donde acudía mi hija, como parte de la ceremonia de graduación, tenía la costumbre de entregar una medalla a los niños que habían cursado desde kinder hasta secundaria sin interrupción con ellos. 

Así que uno a uno fueron nombrando a cada niño que cumplía con el requisito (en total habrán sido unos 10) El niño pasaba al frente y era aplaudido por todos los papás. Termina la entrega de medallas, les aplaudimos a todos nuevamente y fin de la entrega. 

Continúa la ceremonia de graduación y en eso la monja encargada de la tarea de maestra de ceremonias nos dice: Una disculpa, por un error omitimos a una de las alumnas que también se ha ganado una medalla, y procede a nombrar a la alumna, y si, efectivamente era esa niña, la que no invitó a mi hija a su fiesta de cumpleaños.

Mi hija mayor y yo solo nos miramos y sonreímos, si ya se, es pecado ser feliz por la desgracia ajena, pero lo siento, no lo pude evitar.



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